lunes, 8 de febrero de 2016

Gemelos en manada 2015

Cruzando la calle de Jesús y pasando por los chocomiles del mercado IV Bicentenario de Garibaldi, me crucé con  personas que me enseñaron a mirar cada tarde como algo nuevo para descubrir y vivir las decisiones como una espectadora de experiencias en detalle, experiencias que regala la calle, las personas, el viento, el olor, 
el espacio y que las disfruta sin pensarlo tanto pero sentirlo mucho.

Aprendí que opinar acerca de los colores que se inventan con sonidos, debatir de la tontería  que nunca hubiera pensado que fuera importante, sabe tan sabroso como masticar chilaquiles de Jodid, hechos con salsa de la tortillería de la esquina, mientras miramos caricaturas, 
volteando nada más y nada menos que a nuestros presente de carcajadas
para dar cuenta de que hacer nada es hacer mucho.
 
Estando junto a extraños que se convirtieron más cercanos que mis propias manos,
descubrí que  no tenía cuerpo, no tenía mente y tampoco tenía boca antes de conocerles porque mis sentidos estaban dormidos.

Este fue un viaje para la exploración de algo que no conocía, pero ahora siempre me acompaña: 
Declaro que para ese momento no pensé que era alguien o si estaba presente en algún lugar, pero innegablemente estas extrañas y divertidas personas me hicieron una invitación a ser conmigo. 
 
También fue un viaje de respuestas que siempre quise responder como
¿soy as por? ¿Hago esto porque? ¿Me gusta esto y que tiene? ¿Si digo que no, pasara mucho? ¿Si digo que sí, pasara nada? etc...
 
Entre noches de estrellas, bicicleta, pizza, risas, charlas largas, 
deseos que empiezan con un eclipse y continúan con máscaras de lucha libre, lucha por lo que disfrutas y libre de lo que estás por aventurar estoy llena de amor y energía de todas estas personas que el universo junto en manada para apapacharnos, diría Chris -Que rico-  ese apapacho amistoso de madrugada en Guanatos
   
Las cimas del mundo estuvimos sedientos por conquistar (y las conquistamos), amaneceres recolectados, anocheceres acariciados por nuestros pies en la ciudad, momentos llenos de nuestros gritos, burlas y sueños compartidos.
 
Viernes de tinta con papel, sábado de son y danzón,  
domingo de aventura; lunes de Casa Pina, Martes de Cuaad, miércoles de aventura, jueves de Tarea, cada de día de la semana era una experiencia nueva del alma, un crecimiento de mentes, compartir de sueños.


                                                                                                                 

Listos para recordar los paisajes que coleccionamos,  de como compartimos los recuerdos de nuestra tierra, raíz olor a madre, gozando las experiencias como hermanos, comidas de hogar en familia exprés, apapachos refrescantes del que conocí hace unas semanas,
consejos del que creo codearme toda la vida compartiendo
su ser por algunas horas de esta madrugada de seis meses.

Gemelos en manada, vivimos esas tardes rápidas,
con risas nacidas desde las nubes de algodón acaramelado 
que acompañan el sol chiloso de la perla tapatía,
mientras los turistas no alcanzan a notar a las dos de la tarde
que los mercados están invadidos de paladares de los que andamos.

Apasionados por proyectos compartidos, crecimiento por lo que amamos, nostálgicos por los viejos que nos heredaron, ansiosos por el futuro, temerosos por el  término de este sueño que acaba de comenzar. No queremos mencionar un final sino el inicio de una madrugada eterna, saltamos, carcajeamos mientras las horas y las partículas del tiempo  se nos resbalan, mientras lo que venimos a buscar quien sabe que era